Todas las claves para disfrutar de un viaje a Senegal

Todas las claves para disfrutar de un viaje a Senegal

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De norte a sur
y de este a oeste: proponemos un viaje que nos lleve a recorrer Senegal en su inmensidad, que nos permita conocer el
famós “país de la teranga", —es decir, de la hospitalidad—, en todas y cada una
de sus facetas, y que nos mantenga con los sentidos alerta para no perdernos ni
un detalle de todo lo que tiene para ofrecer. Queremos caminar por las calles de su caótica capital, Dakar, recorrer las dunas de su inmenso desierto
de Lompoul
y visitar ciudades coloniales como Saint Louis. Ansiamos
disfrutar de esplendorosas cascadas en
País Bassari
, probar su sabrosa gastronomía y hablar —y mucho— con su
gente. Buscamos, al fin y al cabo, abrir nuestro corazón a una nación que, de
eso no nos cabe duda, nos conquistará
desde el primer segundo
.

Porque
Senegal, a pesar de ocupar un territorio no demasiado extenso, es muchos países en uno. Concentra la
esencia de ese África que sorprende y maravilla a partes iguales. El África que no deja indiferente a nadie.
Así que no lo pensamos más y ponemos rumbo a nuestro destino: la tierra más hospitalaria nos espera.

Antes de partir

A la hora de
organizar un viaje a Senegal no estará de más tener algunas ideas claras. Per
exemple, de qué manera queremos movernos
por él
: aunque bien es cierto que se trata de un lugar seguro en el que el
viajero independiente no tendrá ningún problema, hay algo que está bien
considerar. Y es que el transporte local
en el país está a años luz de lo que conocemos en Occidente
, —¡como era de
imaginar!. Y lo mismo ocurre con las carreteras. per això, si lo que buscamos
es una experiencia auténtica y única, que nos permita viajar como lo hacen los
propios senegaleses, habrá que dedicar
mucho tiempo a los trayectos
, ya que uno nunca sabe ni cuándo parte, ni
cuándo llegará a su destino.

Otra opción será
la de hacerlo en viaje organizado: una manera ideal es marcarse una ruta y negociar con alguna empresa local que ofrezca
conductor y guía
. Este último permitirá llegar y alcanzar lugares que
probablemente, por libre, sería imposible conocer. Los traslados serán así mucho más cómodos y directos, se aprovechará más el tiempo i, al fin
y al cabo, se descubrirá una mayor parte de Senegal. ¡Qué elegir dependerá ya
del espíritu de cada uno!

Otro detalle
importante es llevar dinero en efectivo:
pagar con tarjeta está aún bastante poco normalizado. En la maleta, ropa cómoda y fresca —una vez más,
cuando llevemos horas de ruta en la carretera lo agradeceremos—, zapatos aptos para caminatas, alguna
linterna o frontal y antimosquitos:
la malaria es una realidad en el país.

Per la resta, básico e importantísimo: ¡tener muchas ganas por conocer una tierra fascinante!

Dakar, un caos maravilloso

Qualsevol
viaje que se precie por el país de la teranga
arrancará en su capital, donde el orden
brilla por su ausencia
. Carreteras sin asfaltar, cabras por todas partes,
gente que viene y va, los famosos car rapides haciendo sonar sus cláxones
y millones de olores, colores y sabores que captan nuestra atención a cada
segundo. En Dakar todo ocurre al mismo
tiempo y no hay lugar al despiste
: tenemos que abrir bien los ojos si
queremos enterarnos de de qué va esto.

Un buen lugar para comenzar a tomarle el pulso es el Marché Kermel o, por qué no, el Sandaga. Mercados donde la vida fluye a velocidad de vértigo: aquí todo se compra y se vende. La Plaza de la Independencia es el núcleo en torno al que sucede todo, mientras que en el barrio de la medina, el más antiguo —cumplió 100 años hace muy poco—, las familias desarrollan sus tareas domésticas siempre de puertas afuera: pasear por sus callejuelas es todo un espectáculo. Para rematar la experiencia, nada como acercarse hasta el Monumento al Renacimiento Africano, un colosal estructura que se puede ver desde casi cualquier punto de Dakar.

Isla de Goreé: perdonar pero no olvidar

Básica y
fundamental para entender la historia vinculada a este enigmático país, es la
visita a esta isla a la que tan solo se tarda en llegar 30 minutos en ferri
desde el puerto de Dakar. En Goreé
quedan resumidos nada menos que 300 años de historia senegalesa,
aunque
bien podría hablarse de África al completo: a pesar de la belleza de la isla, en ella eran concentrados todos aquellos
africanos que después se vendían como esclavos para trabajar en América
. En
sus famosas Casas de Esclavos, hoy abiertas al público para que todo aquel que
las visite, ya sea local o extranjero, sepa de las barbaries ocurridas allí,
sucedían los hechos más atroces que puedan imaginarse.

Se calcula que
aproximadament 20 millones de esclavos
partieron en barcos desde la isla de Goreé con destino a América entre los
siglos XVI y XIX
. También se estima que seis millones de ellos nunca
llegaron a su destino: solían fallecer en el trayecto debido a las enormes
condiciones de insalubridad que tenían que soportar. Una visita triste, però
más que obligada para entender la historia del país.

Mbour y sus pescadores

Imperdible es
el espectáculo que se desarrolla cada tarde, a eso de las cuatro, en la playa
de esta pequeña localidad muy cercana a Dakar. Es ese el momento en el que decenas de barcos pesqueros pintados de
vivos colores regresan con la captura del día
y la vida se revoluciona. Al
trasiego incesante de jóvenes —y no tan jóvenes— que cargan con cajas repletas
de pescado desde las barcas hasta el vecino mercado, se une una cantidad
inmensa de personas que buscan el mejor producto que llevarse a casa. Aquí se regatea, se compra, se vende, es
habla, se grita
i, en definitiva, se viven algunas de las escenas más auténticas. Contemplarlas no tiene
preu.

Bandia y la vida salvaje

Porque conocer Senegal es también descubrir su
lado más salvaje
. En concreto, el de su fauna. Al fin y al cabo, estamos en
Àfrica, ¿qué esperábamos? Lo que sí es cierto es que la mayor parte de esta se
concentra en las reservas naturales, por lo que hacer una visita de medio día a
alguna de ellas, como podría ser la de Bandia —que, a més, se halla a tan solo
70 kilómetros de distancia de Dakar—, es una auténtica maravilla. Tres mil hectáreas de naturaleza pura y
dura de la que disfrutar en una ruta guiada en 4×4
: rinocerontes, jirafas,
cebras, búfalos, monos… La cámara echará humo queriendo captar cada rincón y
cada experiencia. ¿La mejor manera de terminar la jornada? Disfrutando de la
gastronomía que se sirve en el restaurante de la reserva: de lo mejorcito de Senegal.

Casamance: el edén senegalés

Es adentrarnos
en esta región del suroeste de Senegal y que todo se transforme: lo árido se vuelve frondoso, los árboles y
plantas lo inundan todo y la humedad sube considerablemente
. Es Casamance la tierra de los diola, una etnia que
basa sus creencias en ritos animistas que sorprenden hasta al más viajado de
los visitantes: creen que cada elemento
de la naturaleza, cada objeto, cada ser vivo…
tiene su propia alma.
Y es a ellas a quienes rezan y dedican sus
plegarias, a las que realizan ofrendas y todo tipo de sacrificios.

La región, que
durante años vivió cierto movimiento independentista y estuvo sumida en el
conflicto —incluso armado—, vive ahora
una época de paz y cuenta con numerosas aldeas de lo más interesantes
.
Entre sus exuberantes paisajes tropicales hay manglares y cultivos de arroz,
islas en las que escapar del mundo y, como en todo Senegal, gente
increíblemente hospitalaria.

Cap Skirring: el rincón en el que desconectar

Probablement, se trate de la zona más visitada por los
extranjeros
, y no es de extrañar: sus inmensas playas de arena blanca y sus
resorts a pie de orilla son un reclamo incuestionable
para muchos europeos.
Y es que en Cap Skirring el tiempo se para: aquí tendremos que rendirnos al
ritmo casi caribeño de sus habitantes, que lo mismo echan toda una mañana
jugando una partida de damas que dejan que pasen las horas entre charlas
sentados en cualquier rincón. En la playa, las vacas pacen a gusto con el murmullo de las
olas de fondo,
¿cómo no caer ante la tentación?

En las calles
sin asfaltar del pueblo se alternan algún que otro restaurante con pequeños
bares locales y un mercado artesanal: es en él donde, por qué no, podremos hacernos con el souvenir perfecto que llevarnos de
vuelta a casa
. Això sí: ¡a ver quién es capaz de dejar este paraíso para
regresar a la cruda realidad!

País Bassari, de otro mundo

Así es: de
otro mundo. Recorremos el sur de Senegal hasta alcanzar el otro extremo, el
sureste, en plena frontera con Guinea: tierra
de tribus mágicas y de naturaleza abrumadora
. Y vale que a estas alturas
del viaje creeremos que pocas cosas nos pueden sorprender ya, pero no: esto
solo acaba de empezar.

Lo primero que
deberemos hacer será comprar algunos alimentos en cualquier mercado —cereales,
por ejemplo— con los que agasajar a los miembros de la tribu Iwol a modo de
agradecimiento por dejarnos visitarles. Els
Iwol habitan en un poblado sobre la zona más alta de una montaña
solo
alcanzable a pie en una ruta que se
alarga durante hora y media colina arriba
. Allà, entre chozas y pequeños
huertos, conviven sin agua, sin luz,
y sin más preocupaciones que las de la rutina diaria más básica. La visita, ya
lo avisamos, quedará en el recuerdo para siempre.

Però, si más que cultural, lo que buscamos es una inmersión pura y dura en su naturaleza, en País Bassari no faltan las opciones: Dindefelo será apuesta segura. Para alcanzar este poblado también habrá que recorrer una carretera sin asfaltar y repleta de baches durante un par de horas. Una vez lleguemos, lo más importante será calzarnos zapatos cómodos para hacer la última parte del trayecto a pie: al final de la ruta aparecerá ante nosotros una hermosa cascada cuyas frescas aguas nos vendrán como agua de mayo. Y es que el calor, por aquí, suele apretar. La experiencia la podremos completar visitando algunos lugares de la aldea como el hospital, el taller de costura o el colegio. Això sí: los niños estarán más que encantados de jugar, cantar y bailar con nosotros, así que, ¡habrá que animarse!

El desierto de Lompoul o una noche bajo las estrellas

De vuelta al
norte nos animamos con otra de esas vivencias que quedan grabadas en la memoria:
pasar una noche en un campamento en
pleno desierto es algo que todo el mundo debería vivir alguna vez
. Y lo
hacemos en pequeñas jaimas, en camas
posadas directamente sobre la arena
y con baños y duchas en las que el techo es el mismísimo cielo. Recorrer
las dunas de arena del desierto de Lompoul, ver cómo el sol se despide hasta el
día siguiente en el horizonte, probar las delicias tradicionales de la zona
junto a una hoguera o mover el esqueleto
siguiendo los pasos de los bailes tradicionales
hasta altas horas de la
nit, convertirán la jornada en algo muy especial.

St. Louis: la capital del imperio colonial francés

Poco queda ya de la pomposidad de los edificios originales
que los franceses levantaron por estos lares en el siglo XVII,
aunque
sí que se intuye. Las fachadas medio derruidas permiten imaginar la elegancia
de la que dispusieron en su día. Las paredes desconchadas aún dejan entrever
los colores que las decoraron siglos atrás Los balcones de forja, las grandes
puertas de entrada… Si le ponemos imaginación, podremos llegar a recrear el
Senegal colonial de entonces: y es que aquí
se establecieron los franceses para llevar a cabo el resto de conquistas por
territorio africano
.

De la época
también queda el puente de Faidherbe,
proyectado nada menos que por Gustav Eiffel
. Para conocer el otro lado de
la ciudad, ese que de verdad derrocha autenticidad, lo mejor es acercarnos
hasta el barrio de pescadores, donde la vida se desarrolla en la calle y en un
ajetreo constante. Parar junto a los embarcaderos y contemplar las barcazas de
colores descansando en la orilla regalan una estampa digna de inmortalizar.

El gran reclamo senegalés: el Lago Rosa

Aunque de rosa, perdón que seamos claros, tiene más bien
poco
. Bé, al menos durante gran parte
del año: la bacteria Dunaliella habita
en este icónico lago
al verse atraída por su alto índice de salinidad y es la que hace que sus aguas se transformen
de ese color rosado
que protagoniza las imágenes más famosas. Lo que ocurre
es que esta solo aparece durante determinados meses, por lo que es bastante
normal que, cuando los viajeros llegan a él, se encuentren con que el rosa no
aparece por ningún lado. Con todo y con
eso, una visita al Lago Retba, su
verdadero nombre, merece muchísimo la pena
: la actividad salinera que se
desarrolla en su entorno es de lo más interesante. Las montañas de sal se
acumulan junto a la orilla y, si se visita en horario de mañana, será muy
normal encontrarse con los salineros trabajando duro extrayendo el mineral del
agua y colocándolo sobre sus barcas. Según
dicen, cada una de ellas puede llegar a extraer hasta una tonelada y media de
sal al día
.

Para acabar la
aventura senegalesa por todo lo alto, nada como hacer una ruta en 4×4 por los
alrededores y alcanzar, antes de que atardezca, el mar: ver la puesta de sol desde este enclave es algo único.

Aunque estos
son los lugares clave para disfrutar de un viaje de lo más completo a Senegal,
es importante no olvidar que toda buena experiencia surge, a més, de la
predisposición que tengamos para aprender, para conversar con la gente local y
para disfrutar de todo lo bueno y lo malo que puede regalar un país. Al fin y
al cabo, en eso mismo consiste viajar.

Y así ponemos punto y final ideal a un viaje irrepetible por
uno de los países más especiales de África.

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